domingo, diciembre 2

Compartiendo los amores en la pista de baile

La historia de Nelson y Sandra



Por Marilyn Lizama


Nos subimos a la camioneta. En la parte de atrás nos contorsionamos entre la amplificación y resistimos al menos una hora y media de viaje hasta llegar a Melipilla.

Nelson Calderón (28) iba a cargo y en el volante. Su esposa Sandra (25) lo acompañaba a su derecha. Me habían invitado a bailar con ellos en un show callejero donde las promesas eran pasar un buen rato, ganar algo de dinero (según dijo, era relativo) y probar si me gustaba. Lo conocí así mismo, pero yo desde el otro lado. Era parte del público en el paseo Ahumada y me atreví a bailar en su concurso para ganarme un CD de Reggaeton para el hermano chico de una amiga. Parece que le puse algo de “color” porque, después de no querer hacer el “koala” (un muchacho de dudosas intenciones me alentaba), la gente aplaudió a destajo. Después de eso Nelson me pasó su tarjeta e intercambiamos mail. No llamó hasta pasadas dos semanas. Concurrí entonces a los ensayos y con lo poco que aprendí nos lanzamos el sábado.

Llegamos a la plaza, ellos mismos ordenaban todo y llamaban a la gente con música, de esta forma increíblemente se formaba el escenario. Los niños, las señoras y hasta los “pokemones” los conocían porque habían salido en el programa de baile Rojo. Les pedían fotos, besos y hasta yo di algunos autógrafos.

El show comenzaba con una coreografía de hip-hop, en donde Juanito y Alan, que se habían hecho famosos en el programa por saltar una cuerda al estilo de la película Jumping, del canal de cable Disney Channel, demostraban sus destrezas. Luego se daba el paso a un concurso de reggaeton para los peques en donde algunos, para mi sorpresa, usaban muy bien el erotismo. Luego, más movimiento de traseros y más ventas de CD con compilados de los ochenta, videos y música. Y por supuesto, los grandes también tenían su espacio para bailar y hacer lo que yo no quise. En fin, bailes con mucho morbo y todas esas cosas que le gustan a la gente. Al final Nelson y Sandra deleitaban al público con un montaje de salsa, su especialidad.

La tarde acabó pronto porque no había mucho aporte para tanto desgaste. Gané tres mil pesos, menos que ellos porque era mi primera vez. Desde ese día los dejé de ver, hasta que recordé que vivían de la danza y que eran un matrimonio que no fue al altar ni juró ante la ley; que el trabajo los une y les divide el tiempo, que Rojo ya no era más que una etiqueta para atraer público, y que una productora es hoy el objeto de sus sueños. Seguidamente se me vinieron decenas de preguntas con las que descubrí que tenían amores compartidos, una historia de comedia y una razón para no separarse: hacen una muy buena pareja de baile.


Se conocieron en una disco cuando Nelson era animador de la desaparecida disco “La Tasca”, en San Miguel, y Sandra una menor de edad trasgrediendo la ley. Después de tres años ella egresó de cuarto medio y ese mismo día se fue a vivir con él. En esos años habían descubierto que la danza era una pasión compartida y se propusieron adiestrarse en salsa, estilo que le era muy familiar a la risueña Sandra. Luego en 2002, salieron a la calle a entretener a los transeuntes del paseo Ahumada, pero no dejaron de tomar clases de jazz dance, ballroom y algo de ballet clásico en el Teatro Municipal. Y Se aventuraron en los programas "Todo es baile" "Cuanto vale el show", en este último ganando el máximo premio.

Los más importantes frutos de su carrera vinieron desde 2004, cuando obtubieron el tercer lugar en el campeonato latinoamericano de salsa y ascendieron al podio el año siguiente, no desistiendo en 2006, cuando obtuvieron el segundo lugar. Ese mismo año ya habían ganado el campeonato chileno “Chile Salsa open 2006”en el Arena Santiago y habían sido estafados por uno de los organizadores, Alejandro Salazar, quien se quedó con el millón ochocientos mil del premio, dinero que les hubiese permitido viajar este año a Puerto Rico para seguir concursando en el Mundial de Salsa.

Después de esa tormentosa vivencia decidieron entrar al programa Rojo de TVN. Esta inquietud comenzó por iniciativa de Nelson, quien en palabras de su mujer, “es a quién más le gusta la tele y el show”. Ella aceptó con la condición de que la experiencia sirviera como un puente para su trabajo: los eventos particulares y los bailes callejeros que llevaban siete años realizando por Santiago.

Así fue. El programa les dio una base estable y conocida para conseguir los permisos en la municipalidad para bailar en el paseo Ahumada y, además, pasó a formar parte de sus vidas, porque pasaban unas diez horas diarias en las dependencias del canal. Tras bambalinas conocieron a otros bailarines, hicieron amigos, pero también se desilusionaron. Lo que se veía en las casas no era tan lindo como se creía.

En el tiempo que participaron tomaron muy pocas clases, más bien ensayaban las presentaciones diarias, lo que para un bailarín con aspiraciones mayores es un desgaste sin frutos. El jurado, en tanto, los evaluaba según su estado de ánimo. Muchas veces los calificaron deficientes cuando pensaban que habían hecho un buen trabajo y otras, por el contrario, sin mayor esfuerzo despertaban sus felicitaciones. Finalmente obtuvieron el quinto lugar, no alcanzaron a llegar a la gala. Esa fue una gran decepción para Nelson, pero para Sandra, era solo el fin de una etapa.

Esos tiempos televisados ya pasaron y ahora se encuentran haciendo clases de salsa en la salsoteca Salsabor ubicada en la calle Compañía. Los eventos callejeros se han postergado porque el Alcalde Raúl Alcaíno se ha propuesto disminuir los artistas del centro por los focos de delincuencia que ellos traen. Por eso, intentan sacar adelante su productora, que habían descuidado, y se proponen conformar un nuevo grupo para bailar en Cartagena en el verano, porque algunos de los integrantes del anterior se fueron.

De hijos dicen “no todavía”, de Rojo, “ya no más”, pero cuando hablan de baile, afirman que es la pasión que los mueve y los alimenta, lo que esperan seguir cultivando hasta que sus cuerpos se los permitan.

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